17 de julio de 2009

Benjamin Black: El otro nombre de Laura


El forense Garret Quirke no aprendió nada en su anterior incursión detectivesca (El secreto de Christine) y persevera en la búsqueda de problemas. Ha muerto Sarah, ¿la mujer de su vida?, y hace meses que ha dejado de beber, pero es atormentado de forma constante por la tentación de una copa más, sólo una, la última, cuando recibe la llamada de Billy Hunt, un antiguo compañero de facultad que no terminó los estudios. Su mujer se ha suicidado, y Hunt pide a Quirke que no realice la autopsia, que evite que la policía y el juez se hagan preguntas sobre el suceso.
La petición ya es de por sí peculiar. Sospechosa, diríamos. En efecto, la muerte de "Deirdre Hunt, o Laura Swan, o como se llamase" no ha sido voluntaria. La fallecida, que por sus humildes orígenes no había leído Madame Bobary, ha resultado víctima fácil tanto de un par de villanos de opereta como de sus ingenuos sueños. Lo que no sospecha nuestro abstemio, ¿hasta cuándo?, forense es que él mismo y su hostil hija Phoebe deberán nadar y mucho en las cenagosas aguas del caso.
El otro nombre de Laura (The Silver Swan, 2007) es la segunda novela que el irlandés John Banville (1945) publica como Benjamin Black. De entrada, el lector puede esperar una actitud irónica y distanciada en un autor de novela negra que elige el apellido Black como seudónimo. Y así es en realidad.
Como en El Secreto de Christine, Banville/Black parodia alguno de los elementos del género. La mayoría de sus personajes, por ejemplo, presentan rasgos esperpénticos. Además, la investigación no consigue ni recomponer el orden establecido ni administrar justicia, sino airear las miserias ocultas de la provinciana Dublín de los años 50, tan diferente y tan idéntica a nuestra sociedad occidental actual.
Como en El Secreto de Christine, Banville/Black demuestra su afición por la retórica recargada. En especial por la serie de tres y hasta cuatro adjetivos encadenados ("era la más notoria, la más fiable, la más conocida y la más ajetreada de las abortistas clandestinas") y por las insistentes metáforas meteorológicas.
En conjunto, El otro nombre de Laura es una novela más ágil que la anterior obra de Benjamin Black. Nos deja para futuras entregas la figura emergente del pragmático inspector Hackett. El brillante capítulo 13 es una muestra de las posibilidades de este personaje, mucho más interesante que el aburrido Quirke.

1 comentario:

ariel-conlaluna dijo...

Excelente reseña como siempre, gracias amigo, casi todo lo que reseñas de literatura me es desconocido pero cuando lo abordo me gusta y abre mi mundo.