29 de septiembre de 2009
El hombre inquieto pronto a la venta
28 de septiembre de 2009
Dennis Lehane: Un trago antes de la guerra
Dennis Lehane, autor de la célebre y magnífica Mystic River (2001), nació en Dorchester, Boston, y es en este espacio tan conocido por él donde sitúa la acción de su debut narrativo. Un trago antes de la guerra es también la primera entrega de la serie de cinco novelas protagonizadas por la pareja de detectives Patrick Kenzie y Angela Gennaro, siempre acompañados por el inclasificable Bubba, tres cuartos de psicópata, un cuarto de ángel de la guarda.
Patrick y Angela son contratados por unos senadores de Massachussets para encontrar a una limpiadora negra que ha desaparecido junto con unas fotografías que pueden poner en peligro sus carreras políticas.
La guerra que figura en el título se refiere a la violencia racial de las bandas callejeras que domina los suburbios de Boston y que a nadie parece importar demasiado hasta que llama a las “puertas de madera de roble tras las que ciertos chorizos bien educados almuerzan con un par de dry martinis.”
Pero no sólo hay conflictos raciales en esta novela. Existe la violencia en casi todas sus formas. Los niños son explotados sexualmente o golpeados por sus padres (como el propio Patrick Kenzie), las mujeres son maltratadas por sus maridos como bien sabe Angela Gennaro, la vida de los humildes apenas vale unos dólares, los políticos recurren a cualquier método con tal de preservar sus intereses...
Excesiva violencia, aunque la esperada denuncia social queda descafeinada, trivializada, por el tono desenfadado y cómico que imprime el autor.
Destacan las buenas referencias musicales y la correcta traducción, superior a lo que parece norma en el género, del escritor y periodista Ramón de España.
En resumen, un entretenido debut narrativo de Lehane, aunque a gran distancia de la calidad literaria de Mystic River.
27 de septiembre de 2009
Chema Madoz
Chema Madoz (Madrid, 1958), ganador del Premio Nacional de Fotografía en 2000, es un poeta de la imagen. Los objetos cotidianos adquieren bajo su mirada una nueva identidad en blanco y negro mediante un proceso metafórico que nos remite al Dadaísmo, a René Magritte o a Marcel Duchamp.
Mañana, 28 de septiembre de 2009, La Fábrica presenta en Barcelona su colección Obras Maestras dedicada a los mejores fotógrafos nacionales que inaugura, de forma significativa, Chema Madoz. Se trata de una antología en gran formato y de cuidada calidad de 300 de sus creaciones.
10 de septiembre de 2009
Mapa de los sonidos de Tokio
En el ámbito estrictamente cinematográfico, Isabel Coixet con Cosas que nunca te dije (1996) o A los que aman (1998) nos demostró que otra forma de hacer cine en España era posible. En los últimos años con Mi vida sin mí (2003) y la sobrecogedora La vida secreta de las palabras (2005) nos había confirmado su madurez, talento y sensibilidad.
En su última película, Mapa de los sonidos de Tokio (2009), Min Tanaka, técnico de sonido, nos narra su silenciosa relación platónica y zen con Ryu, una solitaria joven que trabaja en el mercado del pescado de Tokio y que además ejerce a ratos libres como asesina a sueldo. Por ello, es contratada por un poderoso empresario para que mate a David, un catalán que regenta una tienda de vinos, ya que lo cree responsable del suicidio de su hija Midori (evidente referencia al personaje de Haruki Murakmi). Ryu no puede cumplir el encargo porque se enamora del desolado (¿?) David.
Coixet ha catalogado Mapa de los sonidos de Tokio como thriller romántico y sentimental y como la más trágica de sus obras. A ratos es una película sugerente, pero en su conjunto es fallida y en gran medida decepcionante. Y es decepcionante sobre todo porque no consigue emocionarnos en ningún momento, a pesar de su intención sentimental.
La película es un drama poblado de personajes solitarios que sufren. Sin embargo, tanto dolor sin esperanza nos deja, ¿cómo puede ser posible?, indiferentes. Asistimos impasibles a la desesperación del padre que ha perdido a su única hija, al impostado dolor del protagonista masculino cuya novia se ha suicidado, a la herida sangrante de Ryu que ama sin ser correspondida, y al autismo platónico de otros dos personajes.
Elegy (2008), la anterior película de Coixet, también trataba, aunque de forma más reflexiva, sobre la vida y la muerte, sobre el sexo, sobre el amor y el desamor, sobre el sufrimiento… y conseguía transmitirnos pasión e intensidad mientras nos sumergía en las oscuras aguas de la tragedia de vivir. ¿Por qué en esta película no consigue hacer hago semejante?
Quizá la diferencia resida en la solidez del guión de Elegy, basado en la novela breve de Philiph Roth El animal moribundo (The Dying Animal, 2001) en la que el profesor Kepesh es la viva representación del animal moribundo que es toda persona es. Nada que ver con la endeblez argumental de Mapa de los sonidos de Tokio, más esquemática y de previsible desenlace. Chirría especialmente la caracterización del protagonista masculino, nada hondo ni creíble. La interpretación de Sergi López contribuye en buena medida a ello.
En mi opinión, lo peor de todo es que la séptima película de Coixet se consume en su apuesta por un esteticismo formal y un manierismo inane muy habitual en el cine de autor y cuyo rasgo más significativo es la acumulación de referentes personales y culturales queridos por el director, pero que en ocasiones poco dicen al espectador, y que en este caso resultan ser triviales.
Dos ejemplos de esta afirmación. Por un lado, la evidente referencia al cine de Wong Kar Wai, por el que Isabel Coixet ha manifestado en ocasiones debilidad. Formalmente hay bastante del cineasta honkonés en esta película, pero a un nivel muy superficial y evidente: las escenas nocturas, los neones, la gama de colores, los movimientos de la cámara al hombro, el tipo de encuadre…
Por otro lado, el pretendido homenaje a Tokio y a la cultura japonesa se queda en lo más tópico: el karaoke (gratuita interpretación de Enjoy The Silence, de Depeche Mode), el sushi, el ramen, los love hotels, las aglomeraciones, las tragaperras (pachinko), hasta los paraguas para perro…
En fin, una película que no funciona. Incluso One Dove la canción de Anthony and the Johnsons que cierra el filme parece fuera de sitio.
6 de septiembre de 2009
CHET BAKER / LET'S GET LOST
El 13 de diciembre de 1988 Chet Baker fue encontrado destrozado en la acera de la calle Prins Hendrikkade, en el centro de Ámsterdam. Había caído, o había sido arrojado (un ajuste de cuentas, según algunos), desde la tercera planta del hotel Prins Hendrik. En cualquier caso la droga acabó finalmente con su vida. En la habitación, entre las pocas pertenencias que dejó, su trompeta. Murió arruinado. Weber pagó su funeral en Nueva York.
El director del documental se encontraba acabando el montaje cuando murió el trompetista. En ese mismo momento la película adquirió la categoría de testamento vital de un músico que, según sus biógrafos, había dedicado su existencia a “tocar música, amar a las mujeres y chutarse”.
La mejor manera de conocer a tan fascinante y complicado músico y cantante, además de ver esta película, es leer sus memorias.
De vuelta a EEUU, en 1948 estudia música en El Camino Collage sin demasiado éxito porque nunca aprendió a leer las partituras, siempre tocó de oído. En esta época comenzó a actuar en clubs y conoció a Jimmy Rowles, pianista que le enseñó “la importancia de mantener la sencillez al tocar”, característica que le acompañaría siempre, tanto como trompetista como cantante.
Tras trabajar con Stan Getz, en 1952 se presentó a una audición en el Tiffany Club de Hollywood. Charlie Parker buscaba trompetista para una gira por California. Chet Baker tocó dos temas con el mítico saxofonista, que, rápidamente lo contrató. Según Baker, fue un éxito continuo. Las salas se llenaban hasta la bandera. Bird “los hacía felices, los hacía bailar, los divertía con sus ideas, con su corazón. El público lo amaba.” Para Baker, “era increíble estar en el escenario con Bird”, que siempre lo “trató como a un hijo”. Él, en correspondencia, lo llevaba en los descansos a comer tacos con salsa verde. "Se zampaba media docena. Le encantaban."
Charlie Parker, Harry Babison, Chet Baker, Helen Carr. Tiffany Club, Los Angeles, 1952. Foto de William Claxton
Cuando Bird vuelve a Nueva York, Chet formó con Gerry Mulligan, Chico Hamilton y Bob Whitlock la banda más legendaria del jazz de la Costa Oeste de EEUU. “La banda funcionó como un reloj desde el principio gracias a la dirección de Gerry.” Testimonio de ello es la recopilación The Best of The Gerry Mulligan Quartet With Chet Baker (Pacific Jazz), considerado entre los mejores discos de la historia del jazz, y que incluye el clásico My Funny Valentine.
En esta época, Baker y Mulligan tienen problemas con la policía a causa de la droga. Son detenidos y Mulligan, incluso, fija su residencia en prisión durante varios meses. Se deshace la banda.
A partir de este momento, sus memorias tienen poco de musical y mucho de relato policial. Baker reconocer estar totalmente enganchado. Es arrestado varias veces. Se somete a curas de desintoxicación. En 1959 tras pasar cuatro meses en prisión decide “largarse” a Europa, donde visita las cárceles y comisarías de Italia (15 meses de prisión), Alemania, Francia y Reino Unido. En Inglaterra conseguía la heroína y la cocaína en la farmacia con receta médica. “Me sentí de maravilla con aquel viejo sistema inglés de prescripciones facultativas”, afirma de manera socarrona.
Las memorias terminan en diciembre de 1963. Baker está en Barcelona. Tiene contrato en un club de jazz nuevo y sigue buscando médicos que le receten sus “medicinas”.
Chet Baker: Como si tuviera alas, Las memorias perdidas, Mondadori, 1999.