La crítica literaria más exigente ha elevado a Cormac McCarthy (Providence, 1933) a la cima de la narrativa estadounidense contemporánea. A pesar de no permitir la mínima concesión al lector, lo cierto es que se trata de un autor bastante popular. La paradoja se explica por los premios literarios recibidos y por las adaptaciones cinematográficas de sus dos últimas novelas, No es país para viejos (No Country for Old Men, 2005) y La carretera (The Road, 2006, Premio Pulitzer en 2007). Ambas, son obras duras y estremecedoras que muestran una visión desolada del mundo y de la existencia humana.
El gran éxito de la película de los hermanos Coen ha conseguido que el argumento de No es país para viejos sea muy conocido. Tras una carnicería entre traficantes de drogas en el desierto de Texas, Llewelyn Moss se apropia de más de dos millones de dólares. Desde el primer momento sabe que está obligado a abandonar a su joven mujer y a huir porque si alguien pierde esa cantidad no la dará por perdida fácilmente.
Anton Chigurh, asesino profesional sin escrúpulos, desalmado psicópata aficionado a las divagaciones metafísicas (memorable la recreación en la pantalla de Javier Bardem), y Carson Wells, Teniente Coronel en la Guerra de Vietnam, reciben el encargo de recuperar el dinero. Se inicia de esta forma una persecución despiadada que genera una violencia volcánica y delirante.
Ed Tom Bell, “un sheriff paleto de una ciudad cateta de un condado cateto. De un estado cateto,” es el veterano y estupefacto representante del orden que intenta comprender qué está ocurriendo, pero que sólo consigue perseguir impotente un rastro de cadáveres.
El distanciamiento del autor, la alternancia narrativa entre la tercera y la primera persona, las prolijas descripciones, los crudos diálogos y el desprecio a buena parte de las convenciones del género configuran un estilo descarnado y áspero. Cormac McCarthy renuncia a cualquier adorno retórico más allá de un persistente y obsesivo polisíndeton que provoca el malestar del lector:
“Cuando se decidió por fin a cogerlo retrocedió unos pasos y se sentó en la hierba y se descolgó el rifle y lo dejó a un lado. Estaba sentado con las piernas separadas y la H&K en el regazo y el maletín entre las rodillas. Soltó las dos correas y abrió el pestillo de latón y levantó la solapa y la dobló hacia atrás.”
No es país para viejos es una novela impactante y sobrecogedora. ¿Es ya nuestro mundo tal y como lo representa Cormac McCarthy?
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