28 de agosto de 2008

El diario de Woody Allen



Lo más ingenioso y divertido que he leído este verano en la prensa es obra de Woody Allen. The New York Times encargó al director un diario del rodaje de Vicky Cristina Barcelona, su última película (recibida, por cierto, con positivas críticas).

Selecciono algunos fragmentos de Dear Spanish diary... Love, Woody Allen:

–El dinero. 2 de enero: “Recibo una oferta para escribir y dirigir una película en Barcelona. Debo ser cauto. España es un país soleado y a mí me salen pecas. El dinero tampoco es gran cosa, pero mi agente se las arregló para conseguir un diez por ciento de un uno por ciento de cualquier cantidad que la película recaudara por encima de los 400 millones de dólares...”.

- 15 de junio. He rodado una tórrida escena de amor entre Scarlett y Javier. Hace unos años hubiese interpretado yo su papel. Cuando se lo he dicho a Scarlett, ha soltado un enigmático "uh-huh". Scarlett llegó tarde al set y la he regañado..., explicándole que no tolero retrasos de mis actores. Ha escuchado con respeto, aunque me ha parecido que mientras yo hablaba, ella ha encendido su iPod.

3 de julio: “Scarlett se me acercó con una de esas típicas preguntas de actor: ‘¿Qué es lo que debe motivarme?’ Le contesté rápido: ‘Lo que cobras’. Dijo que de acuerdo, pero que necesitaba más motivación para seguir. Como el triple. Si no se la dábamos, amenazaba con irse...”.

- El director. 15 de julio: “De nuevo tuve que ayudar a Javier en las escenas amorosas. La secuencia exigía que tomara a Penélope, le arrancara el vestido y se la llevara a la alcoba. Habrá ganado un Oscar, pero este hombre todavía me necesita para que le indique cómo se interpreta una escena apasionada. De modo que tomé a Penélope y, de un solo golpe, le arranqué el vestido. El destino quiso que todavía no se hubiera cambiado para la toma, así que el vestido que destrocé era suyo y muy caro...”.

- 10 de agosto. Escena emocional de Javier. He tenido que darle unas pautas. Mientras me imita, todo va bien, pero en el momento en que intenta su propia actuación, se pierde. Entonces solloza y se pregunta cómo sobrevivirá cuando ya no le dirija. Intento explicarle con educación y firmeza que debe hacerlo lo mejor que pueda sin mí y que debe intentar recordar mis consejos. Sé que le he animado, porque al dejar su camerino he escuchado sus risas y las de sus amigos.


9 de agosto de 2008

Stieg Larsson: Los hombres que no amaban a las mujeres


Entusiastas críticas y ventas millonarias en Europa precedían a la edición española de Los hombres que no amaban a las mujeres, la primera novela de la trilogía Millennium, del escritor sueco Stieg Larsson.

Del autor se sabía que había fallecido de un ataque cardiaco cuando tenía 50 años y estaba a punto de ver publicada su primera obra. Larson era un periodista especializado en temas sociales y políticos (la extrema derecha, la violencia contra las mujeres, la corrupción financiera…), gran aficionado al género negro, que cuando cumplió 47 años se decidió a escribir su primera novela. Al parecer, lo hacía compulsivamente en sus ratos libres. Tras su muerte, sus herederos se disputan la herencia. Todo muy novelesco, en efecto.

Con tales precedentes (“La novela de la década”, «figura legendaria, cuyo extraordinario genio literario ha creado una de las obras literarias más importantes del siglo XXI... Las tres novelas constituyen un auténtico fresco de la sociedad moderna que no puede compararse a lo que ningún escritor de novela criminal ha hecho nunca antes.») afronté la lectura de las 665 páginas de Los hombres que no amaban a las mujeres con la lógica cautela, el inevitable recelo, ¿una atinada campaña publicitaria más?

Los primeros capítulos y la trama remiten a lo más clásico de la novela policíaca europea: P. D. James, Henning Mankell, por supuesto, e incluso, sí, Agatha Christie. Por este lado, nada sorprendente ni extraordinario. El argumento, incluso, deja una sensación de déjà vu: tras treinta y seis años continúa sin resolverse el misterio de la desaparición de una joven perteneciente a una rica familia de empresarios suecos. Además, el suceso tuvo lugar en una isla propiedad de esta familia. Encontramos, así, otro ingrediente clásico: el caso de la habitación cerrada, a lo que se alude explícitamente en la novela.

La lectura transcurre si mayores emociones ni sobresaltos hasta que hacia la mitad de la obra encontramos el que considero el mayor logro del autor: el encuentro entre los dos protagonistas de la serie Millennium que sitúa al lector en una nueva dimensión argumental y que acelera la máquina narrativa.

Por un lado, encontramos al muy ortodoxo Mikael Blomkvist, periodista y fundador de la revista Millennium, especializado en la investigación de trapos sucios empresariales. Por otro lado, su contrapunto: la muy heterodoxa Lisbeth Salander, que trabaja en una empresa de seguridad haciendo uso de una pericia informática nada legal.

En mi opinión, lo mejor de la novela está en esta pareja de personajes y en su crítica social. Destaca, en este sentido, la denuncia de la violencia contra las mujeres, de la corrupción de los nuevos empresarios sin escrúpulos a los que nuestra sociedad capitalista ha puesto en bandeja el pelotazo, o del fascismo que acecha oculto. Precisamente, los mismos temas que el Stieg Larsson periodista dominaba.

En definitiva, correcto inicio novelístico de Stieg Larsson. Da la impresión de que Los hombres que no amaban a las mujeres promete más de lo que ofrece, que se trata de un buen aperitivo que anticipa las delicias que se nos servirán a continuación. Mientras tanto, esperamos con impaciencia la siguiente entrega de la serie: La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina que nos devolverá a la insólita pareja formada por Mikael Blomkvist y Lisbeth Salander.

Stieg Larsson: Los hombres que no amaban a las mujeres, Ediciones Destino, junio de 2008.




8 de agosto de 2008

Paul Auster: Un hombre en la oscuridad (2)

Estoy solo en la oscuridad, dándole vueltas al mundo en la cabeza mientras paso otra noche de insomnio, otra noche en blanco en la gran desolación americana. Arriba, mi hija y mi nieta están cada una en su habitación, también solas: mi hija única, Miriam, de cuarenta y siete años, que se acuesta sola desde hace cinco, y Katya, de veintitrés, única hija de Miriam, que antes dormía con un joven llamado Titus Small, pero ahora Titus ha muerto, y mi nieta duerme sola con el corazón destrozado.

Este es el primer párrafo de Un hombre en la oscuridad, la última novela de Paul Auster. El País ha publicado recientemente el primer capítulo. Pincha en el vínculo para seguir leyendo.