27 de octubre de 2009

Michael Connelly: El veredicto


El veredicto (The Brass Verdict, 2008) es la segunda novela de Michael Connelly protagonizada por Mickey Haller. Tras la presentación del personaje en El inocente (The Lincoln Lawyer, 2005) volvemos a encontrarnos con el abogado defensor que no tiene bufete y que despacha sus asuntos a bordo de un Lincoln mientras recorre las avenidas de Los Angeles.

En esta ocasión, tiene que hacerse cargo de los casos de Jerry Vicent, un colega asesinado. El problema es que Haller lleva un año sin ejercer a causa de las operaciones sufridas tras ser tiroteado (El inocente), su posterior adicción a los calmantes y el proceso de rehabilatación correspondiente.

Cuando se dirige al despacho de Jerry Vicent para comenzar a estudiar los expedientes heredados se encuentra a Harry Bosch, que investiga el asesinato. Las primeras sospechas hacen pensar que el crimen guarda relación con la defensa de Walter Elliot, poderoso productor cinematográfico de Hollywood, acusado de matar a su mujer al sorprenderla en compañía de su amante.

De esta forma coinciden en la misma novela dos de los principales personajes de Michael Connelly. Además, también aparece brevemente Jack McEvoy, protagonista de El Poeta (1996) y de The Scarecrow (2009). Esta interrelación de sus principales personajes es un recurso muy querido por Michael Connelly, habitual en su mundo literario. Recordemos, por ejemplo, cómo en Más oscuro que la noche (2001) reunía a Bosch con Terry McCaleb.

El título original de la novela, The Brass Verdict, respetado en mayor medida por la edición francesa, Le Verdict du plomb, nos sitúa de pleno en el tema de la obra. "El veredicto de plomo" se refiere a la justicia callejera de aquellos que a base de balas administran su particular justicia, ya que no confían en la oficial. La denuncia de la corrupción judicial es la tesis de Connelly en esta novela. Un punto de vista crítico que le sitúa al lado de los grandes nombres del género negro estadounidense. En este sentido, el primer capítulo, ya muy citado, y absolutamente representativo de su narrativa, fija desde el inicio el discurrir temático de la novela.

“Todo el mundo miente. Los policías mienten. Los abogados mienten. Los testigos mienten. Las víctimas mienten. Un juicio es un concurso de mentiras. Y en la sala todo el mundo lo sabe. El juez lo sabe. Incluso los miembros del jurado lo saben...”

El veredicto es una interesante novela en la que Mickey Haller, tras su presentación en El inocente, adquiere consistencia literaria. Aunque intervenga de forma decisiva para aclarar el turbio asunto que se nos presenta, Harry Bosch es sólo un personaje secundario.

A pesar de ello, esta obra es básica para entender la evolución y la personalidad de Harry Bosch. El principal personaje de Michael Connelly, como un moderno Edipo estadounidense, emprendió en las primeras novelas de la serie (fundamentalmente en El último coyote, 1995) un proceso de conocimiento de sí mismo que le impulsó a investigar el asesinato de su madre y la identidad de su padre y que concluye ahora en El veredicto con el reconocimiento (la anagnórisis clásica) de su hermano Mickey Haller. En la última entrega, Nine Dragons, recientemente publicada en el mercado anglosajón, Harry Bosch deberá enfrentarse al secuestro de su hija Maddie.
Michael Connelly: El veredicto, Rocaeditorial, 2009.
Todo sobre Harry Bosch y Michael Connelly en Woodrowwilsondrive.es

25 de octubre de 2009

David Bowie: Heroes/Helden

La noche del 9 de noviembre de 1989 cayó el Muro de Berlín. Cuando se cumplen veinte años de este hecho histórico podemos recordar una canción inspirada en la existencia del llamado Muro de la Vergüenza.

En 1977 David Bowie se trasladó a vivir a Berlín. En su etapa alemana grabó tres discos conocidos en su conjunto como La trilogía de Berlín. Uno de esos tres discos fue Heroes (1977), que incluye la canción que le da título, una de sus composiciones clásicas. La música fue compuesta por David Bowie y Brian Eno. Ese mismo año se publicó Helden, la versión alemana.

En cuanto a la letra, tiene su pequeña historia. Bowie vivía en un apartamento, antiguo comedor nazi, con vistas al Muro de Berlín. Una tarde observó como Tony Visconti, el productor del disco, besaba a una mujer. De ahí surgió la canción de dos amantes separados por el Muro, cada uno a un lado de la ciudad, que pueden ser "héroes" sólo durante un día.

Ahí va mi traducción libre de la letra:

HÉROES

Yo
Yo seré rey
Y tú
Tú serás reina
Aunque nada
Los alejará
Podemos derrotarlos
Sólo por un día
Podemos ser héroes
sólo durante un día

Y tú
Puedes ser mala
Y yo
Beberé todo el tiempo
Porque somos amantes
Y esa es la realidad
Sí, somos amantes
Y esa es la realidad

Aunque nada
Nos mantendrá unidos
Podríamos robar el tiempo
Sólo por un día
Podremos ser héroes
Por siempre jamás
¿Qué te parece?

Yo
Yo desearía que pudieras nadar
Como los delfines
Como nadan los delfines
Aunque nada
Nos mantendrá unidos
Podemos derrotarlos
Por siempre jamás
Oh, podemos ser héroes
sólo durante un día

Yo
Yo puedo recordar
De pie
Junto al Muro
Y las pistolas
Disparando sobre nuestras cabezas
Y nos besamos
Como si nada pudiera caer
Y la vergüenza
Estaba al otro lado
Oh, podemos derrotarlos
Por siempre jamás
Entonces, podremos ser héroes
Sólo por un día

Podemos ser héroes
Podemos ser héroes
Podemos ser héroes
Sólo durante un día
Podemos ser héroes
No somos nada
Y nada nos ayudará
Quizá estamos mintiendo
Entonces mejor no te quedes
Pero podríamos estar a salvo
Sólo durante un día.




HEROES

I
I will be king
And you
You will be queen
Though nothing will
Drive them away
We can beat them
Just for one day
We can be Heroes
Just for one day

And you
You can be mean
And I
I'll drink all the time
'Cause we're lovers
And that is a fact
Yes we're lovers
And that is that

Though nothing
Will keep us together
We could steal time
Just for one day
We can be Heroes
For ever and ever
What d'you say

I
I wish you could swim
Like the dolphins
Like dolphins can swim
Though nothing
Will keep us together
We can beat them
For ever and ever
Oh we can be Heroes
Just for one day

I
I will be king
And you
You will be queen
Though nothing
Will drive them away
We can be Heroes
Just for one day
We can be us
Just for one day

I
I can remember
Standing
By the wall
And the guns
Shot above our heads
And we kissed
As though nothing could fall
And the shame
Was on the other side
Oh we can beat them
For ever and ever
Then we can be Heroes
Just for one day

We can be Heroes
We can be Heroes
We can be Heroes
Just for one day
We can be Heroes
We're nothing
And nothing will help us
Maybe we're lying
Then you better not stay
But we could be safer
Just for one day

17 de octubre de 2009

El hombre inquieto, el adiós de Kurt Wallander

Tras nueve novelas y un libro de relatos cortos, El hombre inquieto, la última obra de Henning Mankell, se anuncia como el adiós del inspector Kurt Wallander.


El hombre inquieto es Hakan von Enke, capitán de fragata retirado de la Marina sueca y, además, suegro de Linda, la única hija de Kurt Wallander.
Durante su fiesta de cumpleaños el oficial le relata a Wallander cómo se vio involucrado en los sucesos ocurridos en los años 80 cuando submarinos soviéticos invadieron en varias ocasiones las costas suecas y los sectores más derechistas del país culparon entonces al Primer Ministro socialdemócrata Olof Palme.
El inspector Wallander nota a su consuegro nervioso y demasiado preocupado por unos hechos ya lejanos. Poco tiempo después, von Enke desaparece durante su paseo diario por Lilljansskogen. Cuando Louise, la esposa del militar, sufre la misma suerte y posteriormente es hallada muerta, todo hace suponer que las incursiones submarinas rusas siguen teniendo repercursiones aunque hayan transcurrido casi treinta años.
Kurt Wallander aprovecha unos días de sanción y unas pequeñas vacaciones veraniegas para investigar por su cuenta lo sucedido. Al final, en solitario, dejándose llevar por su intuición, es la única persona que logra desentrañar parte del misterio.
En El hombre inquieto, aun más que en otras novelas de Mankell, la figura del entrañable inspector Wallander se eleva por encima de la trama, algo previsible.
El rasgo más característico del famoso personaje de Mankell es su humanidad. No se tiene constancia en el olimpo del género negro de ningún otro detective (por definición, especie casi sobrenatural) que padezca insomnio, que enferme como cualquier otro mortal, que pierda los empastes dentales, que sufra derrotas en batallas de amor, que reciba multas de tráfico, que negocie créditos bancarios, que discuta con su padre y con su ex-mujer, que llore, que explote en arrebatos de ira y que, además, tenga tiempo para resolver con éxito sus investigaciones.
En esta última entrega, Kurt Wallander, que ya es abuelo, tiene sesenta años y ha cumplido por fin su sueño de vivir en el campo, acompañado sólo por su perro Jussi.
En soledad, enfermo de diabetes, con sobrepeso, y sufriendo los primeros síntomas de alzheimer, siente cómo se acerca el final. “La muerte había sido un componente más de su existencia desde el día en que, siendo muy joven, recibió una cuchillada a unos míseros centímetros del corazón. Cada mañana veía el rostro de la muerte en el espejo. Pero ahora... la sentía súbitamente cercana.”
De forma autocompasiva y patética, según él, el inspector de la Comisaría de Ystad hace balance y resume el sentido de su existencia: “se había esforzado por formar parte de las fuerzas benignas en este mundo.” Por su cada vez más frágil memoria desfilan los recuerdos de sus seres queridos, los principales momentos de su vida (“El primero, el día en que me opuse a la voluntad de mi padre y me convertí en policía.”), sus inicios en la profesión de la mano del inspector Rydberg, sus más notables casos...
En El hombre inquieto todo apunta a despedida. Incluso Baiba, su último amor, viaja desde Riga para decirle adiós en emotivas páginas.
Y, por supuesto, Kurt Wallander se despide de nosotros. Lo vamos a echar de menos.






OBRAS DE HENNING MANKELL PROTAGONIZADAS POR KURT WALLANDER
Asesinos sin rostro (Mördare utan ansikte, 1991)
Los perros de Riga (Hundarna i Riga, 1992)
La leona blanca (Den vita lejoninnan, 1993)
El hombre sonriente (Mannen som log, 1994)
La falsa pista (Villospår, 1995)
La quinta mujer (Den femte kvinnan, 1996)
Pisando los talones (Steget efter, 1997)
Cortafuegos (Brandvägg, 1998)
La pirámide (Pyramiden, 1999).
Colección de relatos cortos sobre sus inicios policiales.
Antes de que hiele (Innan frosten, 2002). Protagonizada por su hija Linda.
El hombre inquieto (Den orolige mannen, 2009)

4 de octubre de 2009

Ramiro Pinilla: Sólo un muerto más



Ramiro Pinilla García (Bilbao, 1923) es un escritor de larga trayectoria, que nadando a contracorriente, incluso publicando él mismo sus novelas, ha obtenido importantes galardones literarios. Si en 1960 ganó el Nadal y después el Premio de la Crítica por Las Ciegas hormigas, en los últimos años su trilogía Verdes valles, colinas rojas (Tusquets, 2005) ha obtenido el Premio Euskadi de novela, de nuevo el de la Crítica, y el Nacional de Narrativa.

Su primera novela, Misterio de la pensión Florrie (1944), publicada como Romo P. Girca, fue una incursión juvenil (como el ingenuo juego con las grafías de su nombre y apellidos para componer el seudónimo) en el género policial que se vendió en los quioscos al precio de 3 pesetas.

65 años después, Ramiro Pinilla vuelve a sus orígenes con Sólo un muerto más (2009, Tusquets), novela que dedica con ironía a su alter ego Romo P. Girca en recuerdo de su debut literario que, según él mismo reconoce, fue muy malo.

En el paisaje autobiográfico y literario de Getxo y de la playa de Arrigunaga sitúa Ramiro Pinilla a su protagonista Sancho Bordaberri, librero y autor compulsivo de ficciones policíacas que las editoriales le devuelven, una y otra vez, con la misma perseverancia que él emplea en escribirlas. Cuando su decimosexta novela sufre la misma suerte que las anteriores, decide tirarla al mar y abandonar su carrera. En ese mismo momento, contempla desde la playa la peña de Apraiz donde diez años antes, en 1935, se cometió un crimen: los hermanos gemelos Altube, no muy queridos en el pueblo, fueron encadenados a una argolla para que “la pleamar los ahogara.” Uno de ellos murió.

El recuerdo del crimen le abre los ojos: su camino literario deberá discurrir por el realismo, que, además de entregarle una novela le permitirá resolver el asesinato. Es así como Sancho Bordaberri para administrar justicia se convierte en el detective Samuel Esparta, nuevo Sam Spade, auxiliado por la rubia oxigenada Koldobike en el papel de secretaria de su improvisado despacho donde, a falta de clientes a cincuenta pesetas diarias más gastos, recibe palizas falangistas. Es así como el librero, a pesar de llamarse irónicamente Sancho, se transforma en un moderno Don Quijote de posguerra que, en vez de libros de caballería, ha devorado a Hammett, Chandler, Cain y Himes, y que, en lugar de armadura, viste traje, corbata y sombrero porque así lo exigen los cánones del género negro.

Sin duda lo más interesante de Sólo un muerto más reside en este juego intertextual o metaliterario que está en el origen de la propia novela: el caso ahora aclarado aparecía sin resolver en Verdes valles, colinas rojas, la aclamada trilogía de Pinilla.

Menor interés tienen en esta obra, me parece, las referencias a una posguerra española comandada por poetas falangistas que tan pronto loaban en ripios sonoros el imperiohaciadiós patrio como ajusticiaban a los rojos separatistas vascos o se forraban con el estraperlo.

Estaremos al tanto de la anunciada continuación de las aventuras del detective librero Samuel Esparta.