7 de enero de 2008

Ridley Scott

"He visto cosas que vosotros no creeríais. Atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto Rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir."

Recientemente se han cumplido veinticinco años de Blade Runner. Me ahorraré el trabajo de buscar adjetivos para alabar este brillante hito de la historia del cine. Todos los elogios están ya formulados, todos los análisis están ya escritos. Un ejemplo: si realizas una búsqueda en Internet encontrarás 8.340.000 webs dedicadas a esta obra. Otro ejemplo: se ha dicho que Roy, el replicante interpretado por Rutger Hauer constituye un nuevo cristo que redime a su pueblo, y que incluso al morir, su mano atravesada por un clavo, libera la paloma blanca del Espíritu Santo.

Ridley Scott, alquimista él, tuvo el acierto de combinar con maestría un guión libremente basado en la novela ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas ? de Philip K. Dick con referencias tan dispersas como Metrópolis de Fritz Lang, el espíritu de Nighthawks de Edward Hopper, la mitología prometeica o los cómics de Moebius para crear una memorable fábula futurista narrada en clave de western y de cine negro.

Pues bien, el mismo Ridley Scott nos ofrece ahora American gangster. Se trata de una película sólida, bien realizada, que, a pesar de sus casi tres horas y algunas notables digresiones, discurre con fluidez. Además, es una película atrevida. Es todo un riesgo competir en un género que cuenta con maestros tan luminosos con Coppola o Scorsese y no salir del todo malparado.

Pero cuando acaba la película uno sale del cine preguntándose por qué el mismo director de la ya mítica Blade Runner sólo nos brinda ahora una película correcta. Esa misma pregunta se hace Carlos Boyero, uno de los críticos de cine que más admiro, sobre todo desde que ha abandonado El Mundo (cada vez me quedan menos argumentos para leer ese periódico que se prodiga en continuas loas a cierta autodenominada diseñadora de moda). He de añadir que Boyero pone a parir la nueva película de Scott y no encuentra respuesta a la pregunta. No creo que nadie la encuentre. Al menos contamos con un buen motivo para la reflexión: ¿dónde reside la inefable magia de algunas obras artísticas?

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