7 de abril de 2007

Haruki Murakami: Kafka en la orilla

Con Haruki Murakami no hay término medio. Se le venera o se le aborrece. Y no me refiero sólo a la opinión de los críticos literarios, sino también a la de mis conocidos, aficionados a la literatura sin más. Lo pude comprobar con su anterior novela Tokio Blues. Norwegian Wood (publicada en 1987 en Japón, 2005 en España) y con la más reciente Kafka en la orilla, (Tusquets editores, 2002 en Japón, 2006 en España).

En su país es un auténtico ídolo de masas y ha vendido millones de ejemplares. En España se agotan sin parar sus ediciones. Unos dicen que es el mejor narrador actual y que no tardará en ganar el Nobel. Otros, lo acusan de ser un escritor tramposo cuyo único mérito es engarzar hábilmente sus tópicos habituales. Hay incluso quien pone verde a Murakami por sus poses de divo aunque reconoce sin rubor que no ha leído su última novela ni piensa hacerlo.

En cuanto a Kafka en la orilla, diré que me parece una novela especial, sugerente, hermosa, onírica, arriesgada... Es una obra poética, pero también trágica, e incluso, por momentos, humorística. Tokio Blues me gustó bastante, a pesar de sus pérdidas de ritmo narrativo; pero prefiero esta última novela por sus múltiples facetas, por su apuesta imaginativa, por su pluralidad de voces narrativas...

No voy a referirme al argumento para no desvelar ninguna sorpresa, sólo indicaré que el protagonista de Kafka es un joven, Kafka Tamura, que abandona su casa el día que cumple quince años para liberarse de una maldición que pesa sobre él. “Quiero liberarme lo antes posible de este peso que acarreo sobre mis espaldas, quiero empezar a vivir por mí mismo, no como alguien atrapado en las obsesiones de otro.”

Pero ¿quién puede escapar a su destino? La tragedia griega ya nos enseñó que es “el destino el que elige a los personas”, no al revés.

El personaje principal nos remite directamente a Holden Caulfield (El guardián entre el centeno). Murakami tradujo al japonés la obra de J. D. Salinger mientras escribía esta novela. A pesar de ello, niega tajantemente la influencia en una reciente entrevista. Reconoce, en cambio, tras Kakfa Tamura la presencia de Antoine Doinel el protagonista de la película Los cuatrocientos golpes de Truffaut.

En Kafka en la orilla el alter ego del protagonista es un cuervo: “kafka” en checo significa “cuervo o grajo”. Uno de los personajes, el entrañable Nakata, dialoga con los gatos y con una piedra mágica; además, tiene la facultad de provocar lluvias de sardinas y caballas, o de sanguijuelas. Otro personaje es un espíritu que se encarna en la figura del Coronel Sanders, el fundador del Kentucky Fried Chicken (“Un icono de la empresa capitalista fácil de reconocer”). Otro, fabrica flautas con las almas de los gatos que mata y se pasea por la vida bajo la apariencia de Johnnie Walker, tal y como aparece en las botellas de whisky de esa marca. Encontramos también a una escultural prostituta que cita a Bergson y a Hegel; al propietario de un café que diserta sobre Beethoven y Haydn; a dos soldados perdidos en el bosque desde la Segunda Guerra Mundial y que custodian una entrada secreta... Salpimentando materiales tan variados: infinidad de referencias literarias, culturales, musicales, históricas...

Pregunta: ¿Cómo sostener un edificio narrativo con esos ladrillos sin caer en el ridículo o en el absurdo? ¿Cuál es la piedra filosofal que permite convertir elementos tan dispersos en oro narrativo?

Respuesta: el talento, y a Haruki Murakami le sobra.

En conclusión, una obra muy recomendable. Que se escriban muchas novelas de este nivel y que yo las lea.

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