4 de marzo de 2007

Auster en la habitación

“Un número equivocado inspiró mi primera novela. Una tarde estaba solo en mi apartamento de Brooklyn, intentando trabajar en mi escritorio, cuando sonó el teléfono.”
Paul Auster: El cuaderno rojo

En la primera novela de Auster, La ciudad de cristal, Daniel Quinn recibe una llamada equivocada durante la noche mientras lee Los viajes de Marco Polo. Contesta. Una voz femenina pregunta por Paul Auster. En el transcurso de la novela, Quinn acaba conociendo a Auster. Lo visita en su apartamento, donde conversan sobre El Quijote.

En la última novela de Auster, Viajes por el Scriptorium, Quinn charla en una habitación cerrada con un anciano escritor, Mister Blank.

En realidad, Blank es Auster. Así lo reconoce el propio autor en entrevistas publicadas recientemente en El País o La Vanguardia. “Creo que el anciano soy yo mismo dentro de veinte años, o alguien que se parece mucho a mí.”


En un juego muy austeriano, el autor cierra con su primer personaje el círculo de su obra narrativa. Algo que reconoce el propio Auster en la entrevista que le ha realizado Eduardo Lago para El País y que adquiere mayor sentido cuando añade que su imaginación se encuentra agotada y que quizá no vuelva a escribir más.

Viajes por el Scriptorium comienza con un anciano sentado en una cama, las manos sobre las rodillas, la cabeza agachada, mirando al suelo. Esta imagen se repite cíclicamente a lo largo de la novela. En un ambiente onírico y claustrofóbico Mister Blank se encuentra encerrado y, por ello, desconcertado en una habitación, como Gregorio Samsa o como Izzy (Harvey Keitel) en Lulu on the bridge. Allí recibe la visita de diversas personas que resultan ser personajes de sus novelas.

Quien disfrutó de la extraordinaria Brooklyn Follies encontrará esta vez una novela muy diferente. Más cercana a La trilogía de Nueva York, por ejemplo. En mi opinión, Viajes por el Scriptorium es una antología del universo simbólico y de las obsesiones creativas de su autor donde encontramos básicamente un juego retórico basado en una doble intertextualidad.

Por un lado, encontramos múltiples referencias a escritores clásicos: Kafka, Beckett, Cervantes (el guiño cómplice del manuscrito que encuentra Blank), Unamuno, Pirandello... Borges y Saramago, me atrevo a decir también.

Por otro lado, las constantes referencias a sus obras y personajes anteriores: El país de las últimas cosas (su protagonista, Anna Blume, es la que más afecto despierta en Mister Blank), La noche del oráculo (el relato de John Trause, anagrama del propio Auster), El palacio de la luna (el chiste de Marco Fogg) , Leviatán (las fotografías de Benjamin Sachs en momentos claves de su devenir como criatura literaria), etc.

Mientras nos llega la próxima novela de Paul Auster, ¡esperemos que ésta no sea la última!, nos conformaremos con el próximo estreno de su nueva película, The inner life of Martin Frost, que se anuncia en Estados Unidos para este mismo mes de marzo.

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