Esta vez os contaré una historia sobre alguien que nació en Memphis el mismo día, 30 de marzo de 1981, en que Ronald Reagan (mediocre actor y delator que llegó a Presidente) sufrió un atentado junto al Hotel Hilton de Washington. Cuando ya era adolescente se trasladó junto a sus padres, fundamentalistas cristianos, a Abilene, Texas.
Allí hizo sus primeras incursiones musicales en la escena country y llamó con perseverancia (digna de mejor causa) a las puertas de la desdicha cuando, de entre todas las mujeres del lugar, eligió para enamorarse a una modelo, viuda de un rockero local (“la viuda negra”, la llama él) que lo inició en el consumo de valium y otras píldoras y lo condujo. alevosa, por el tortuoso camino de la perdición.
En la primavera de 2000 fue detenido por falsificar recetas. Cuentan las crónicas especializadas que el paso por la cárcel, además de aumentar su repertorio anecdótico e inspirar las letras de sus canciones, le reportó la pérdida de automóvil, casa, dinero, instrumentos musicales y el repudio sobrevenido de su estricta familia. “Yo era un pequeño bastardo destructivo”, afirma si le preguntas por esos tiempos.
A salir de la cárcel, trabaja en lo que sale, vive como mendigo, duerme en la calle, y compone compulsivamente canciones de contenido autobiográfico. Como quiera que en la vida no todo son penas, y que Dios aprieta, pero no ahoga, uno de sus amigos músicos (John Mark Lapham, del grupo The Earlies) envió a la BBC una de sus maquetas. Una discográfica inglesa se interesa rápidamente por él. Le paga el billete de avión y en menos de dos semanas graba su primer disco. Estamos en 2004. De pronto se ve haciendo giras acompañando, entre otros, a nuestro querido Antony, o a Devendra Banhart. Es el comienzo de la caprichosa fama.
Su siguiente episodio biográfico nos lleva a una fiesta en un hotel escocés. Hay gaitas sonando. Junto con sus amigos, está borracho. Uno de ellos, el batería de su banda, le golpea de broma la espalda y lo deja inválido durante dos semanas. Viene después la operación, que no resulta un éxito precisamente. Dolores y la necesidad de una nueva operación. “Bastardos”, proclama.
Durante la convalecencia graba en su casa su segundo álbum. Así que sus dos discos largos nacen del dolor. En una entrevista le preguntan si el sufrimiento le inspira. Él responde: “No quise decir que el sufrimiento me inspira. No necesito cierta clase de dolor en mi vida para hacer música. Es sólo que por alguna razón la vida me encuentra en lugares extraños atravesando cosas extrañas y al fin del día, yo sólo escribo sobre lo que sentí y presencié. No tienen que estar atadas al dolor. Honestamente no me importaría tener una vida normal, ocasionalmente. Pero este es el apremio con el que los dioses me agraciaron, entonces hago lo mejor que puedo con lo que tengo.”
El protagonista de esta historia se llama Micah P. Hinson. Compone canciones desgarradas e intensas que se inician con unos sencillos acordes de guitarra. A continuación comienza a cantar. Sorprende su voz, profunda y áspera, impropia de un veinteañero. Luego vienen unos arreglos de cuerdas o piano que desarrollan una melodía casi minimalista. El resultado final son canciones esenciales, intensas, tristes, conmovedoras, diferentes de todo lo que has escuchado.
¿Por qué os cuento todo esto? Porque Micah P. Hinson ha publicado hace poco su último trabajo. Un EP que contiene una canción preciosa llamada A Dream of Her que me tiene hipnotizado y que te recomiendo ya mismo.
Sus discos
2004. Micah P. Hinson and The Gospel of Progress.
2005. The Baby and The Satellite. (EP)
2006. Micah P. Hinson and The Opera Circuit.
2007. Micah P. Hinson presents A Dream of Her. (EP)
2005. The Baby and The Satellite. (EP)
2006. Micah P. Hinson and The Opera Circuit.
2007. Micah P. Hinson presents A Dream of Her. (EP)
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