17 de enero de 2007

Podría habérsela hecho con los manifestantes

¡Casualidades! Unos días después de escribir sobre La vida secreta de las palabras, Tim Robbins, protagonista masculino de la película, es motivo de polémica en los medios de comunicación patrios.

Vamos, primero, a situarnos. Resulta que Robbins está promocionando en Europa su último film, Atrapa el fuego (Catch a fire). En Berlín aprovechó la ocasión para pedir que tanto Bush como Cheney sean sometidos a un "impeachment" con la siguiente argumentación:
"¿Cómo es posible que se le hiciera juicio a un presidente (Bill Clinton) por haber mentido en un caso de sexo oral y no se le inicie a otro por haber mentido con informaciones que llevaron a la guerra, la destrucción, el caos y la muerte de más de 100.000 personas?"



Unos días después, con ocasión del I Festival Internacional de Cine Solidario de Madrid, Tim Robbins criticó al alcalde Ruiz Gallardón por hacerse una foto no prevista con él y añadió: "Mi intención era apoyar el festival, no posar con él. Me parece curioso que siendo un festival sobre solidaridad el alcalde encuentre la manera de sacarse la foto y, sin embargo, no sea capaz de solidarizarse con una manifestación en la que 150.000 ciudadanos piden la paz. A lo mejor alguien me lo puede explicar".



Hasta aquí la noticia. El director de Pena de Muerte o el actor de Mystic River (la excelente adaptación al lenguaje cinematográfico que hizo Clint Eastwood de la gran novela de Dennis Lehane) conocido por sus ideas izquierdistas aprovecha la ocasión para convertirse en flagelo de políticos de derecha. Lo curioso es que la polémica se ha creado por su desgana en estrechar la mano del alcalde. O, tal vez, ¿el forzado saludo sea la excusa para criticar que un extranjero opine sobre la política local? La mayoría de artículos que he leído sobre el asunto fustigan sin piedad a Robbins con argumentos de una pobreza bochornosa. Ejemplos: “Lo único que le salva es que se tira a la Sarandon”, “O eres de izquierdas y compartes todo, o eres un mierda”, “¿Por qué no se manifiesta él contra ETA?”, “Quién le ha dado vela en este entierro?”
Además, le acusan de ser un maleducado, un necio de Hollywood, de no leer más que los guiones que le presentan, y de que los dolares le salen por las orejas. ¡Muy pobre todo!



Opino que esta polémica es una cortina de humo para difuminar la contundencia de la afirmación de Tim Robbins: “Es curioso que un alcalde pueda hacer el esfuerzo de venir a hacerse una foto con un actor norteamericano pero no lo haga para unirse a la ciudadanía en una manifestación.” Declaro mi simpatía por Robbins, aunque sea millonario y viva en una mansión en Beverly Hills donde tiene un óscar en alguno de sus infinitos salones. Y me resulta simpático porque, además de criticar la guerra de Irak, además de luchar contra la pena de muerte, además de defender la paz, además de ser un buen actor, formula en voz alta la pregunta clave que muchos nos hacemos: ¿Dónde estaba el alcalde de Madrid mientras miles de sus conciudadanos se manifestaban contra el terror que unos días antes había machacado salvajemente su ciudad?

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