En los próximos días Anagrama publicará en España la última novela de Paul Auster, Viajes por el Scriptorium. Según los comentarios del propio autor se trata de la obra más extraña que ha escrito. Al parecer, Viajes por el Scriptorium reúne buena parte de los ingredientes del universo de Auster, lo que seguramente hará las delicias de sus seguidores, pero que desconcertará a los lectores que lo han descubierto recientemente con la maravillosa Brooklyn Follies o con la repercusión del premio Príncipe de Asturias.
Me propongo volver más adelante en esta bitácora con alguna reflexión personal sobre Paul Auster, al que leo sin parar estos días. Mientras tanto, te dejo un fragmento de la Invención de la soledad, obra en la que el autor ajusta cuentas pendientes con la memoria de su padre. Recordemos, de paso, que la búsqueda de la figura paterna es una de las claves recurrentes de su narrativa.
Me propongo volver más adelante en esta bitácora con alguna reflexión personal sobre Paul Auster, al que leo sin parar estos días. Mientras tanto, te dejo un fragmento de la Invención de la soledad, obra en la que el autor ajusta cuentas pendientes con la memoria de su padre. Recordemos, de paso, que la búsqueda de la figura paterna es una de las claves recurrentes de su narrativa.
Tres días antes de su muerte, mi padre se había comprado un coche nuevo. Lo había conducido una vez, tal vez dos, y cuando volví a su casa después del funeral lo vi en el garaje. Ya difunto, como una enorme criatura nacida muerta. Más tarde, ese mismo día, me fui al garaje para estar un rato solo y me senté al volante de su coche, inhalando su extraño olor a nuevo. El odómetro marcaba sesenta y siete millas, justo la edad de mi padre al morir, sesenta y siete años. Aquella brevedad me deprimió, como si se tratara de la distancia entre la vida y la muerte. Un pequeño viaje, apenas un poco más largo que un viaje en coche hasta el pueblo siguiente.
(Paul Auster: La invención de la soledad, Editorial Anagrama.)
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